Si nos ponemos a pensar, vivimos en una tragicomedia limitada
por nosotros/as mismos/as, con un sinfín
de alteraciones y desequilibrios. No sé a vosotros/as, pero nada más pensar que
estamos muy poco tiempo, de forma tangible o como queráis llamarlo, (comparado
con la edad de un planeta o una estrella) me impulsa a querer aprovechar cada
oportunidad. Suena a típica frase de
anuncio, no lo niego, pero creo que todo el mundo debería de vivir unas mínimas
experiencias, insignificantes, pero que puedan llenar un alma.
Pienso que todas las personas tendrían que pasar por el momento
en el que no sabes si estás llorando de felicidad o si estás sufriendo un
ataque de risa, también tendría que ser obligatorio ver un amanecer o una puesta
de sol con buena compañía, una guitarra y una hoguera. Todos tendríamos que
tener claro cuál es nuestro color favorito, si el azul cielo, naranja luna
llena o incluso verde como recordatorio de la deforestación que hay en nuestro
siglo. Por ridículo que parezca, cada
persona debería de tener una caja, la cual llenar de recuerdos insignificantes,
fotos y detalles que hagan revivir sentimientos encontrados. Una persona confidente también es un pilar fundamental en el
desarrollo de la personalidad individual y colectiva, para condicionar el
resultado de los debates de sábado noche.
En mi opinión, es importante saber cómo es una persona con tan sólo
mirarle a los ojos, que te haga manifestar una mezcla de emociones
indescriptibles que te hagan sentir chiquitito/a. Un reencuentro y una
despedida, incluso las odiadas mariposas que pueblan nuestro interior.
Enamorarte a primera vista en el metro y el encuentro de dos miradas perdidas
en una multitud de autómatas buscando su lugar. Salir del molde. Tener unos
brazos cálidos en los que llorar y tener por seguro que va a haber alguien que
se despierte a las cuatro de la mañana para oír nuestras quejas.
Cantar en voz alta y que tus amigos/as te sigan o saberlo
todo con una simple mirada a la que le contesta una risa vergonzosa, confidente
y ausente. Un “buenos días” por la mañanas. Tardes infinitas con la frase
estrella: “Te acuerdas..”. Seguir el
camino de baldosas amarillas sin botas rojas y hacerse amigo/ del lobo. Poder
cambiar la historia y eliminar los típicos ”Fueron felices y comieron perdices”
(porque hay que tener en cuenta de que la vida vegana y vegetariana es real en
nuestra sociedad). Eliminar los ideales y tópicos, y prohibir la palabra
perfección, que ha causado tanto daño a lo largo de nuestra era. Tener un vínculo especial con un animal y que
sea nuestro fiel compañero. Cumplir sueños, tener metas y explotar nuestra
imaginación. Tener el corazón en un puño,
encogido, por factores externos con lágrimas recorriendo nuestros
pómulos, en especial si es por una película o por un libro. Es una sensación
única. El miedo a la oscuridad. ¿Alguna vez os habéis parado a observar las
risas de vuestras personas más cercanas?
Creo que en cualquier momento de nuestra corta e intensa
vida, por insignificante que parezca esta lista (que podría no acabar nunca) ,
podría sacar de la oscuridad o melancolía a una persona que lo necesite. Solo
nos hace falta aprender a disfrutar las pequeñas cosas.
Me parece una entrada de lo más interesante.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que la idea de perfección ha hecho mucho daño, es totalmente imposible llegar a algo inexistente, pero a veces no podemos verlo e intentamos alcanzarlo a través de un camino agotador y frustrante. Disfrutar los pequeños momentos también es algo que deberíamos grabarnos a fuego.
¡Enhorabuena Lucía!