Las personas fugaces son aquellas que, al poco tiempo vuelan
de ti.
Las que dejan huella en la ventisca del Ártico y luego
cuando sales a buscarlas ya no están ni bajo la cama.
Son la unión de dos gotas de agua que compiten en la ventana
de tu habitación.
También son el reflejo en un charco difuminado con petróleo,
que aunque sea una aurora boreal sabemos de su toxicidad.
La pieza del puzle que no encaja de números impares.
Las bajadas y subidas por atracción del satélite de sus
lunas.
El fin de la lucha y la confusión de términos de una veleta.
La rotura de costillas por colisión de un cuerpo cálido en
desventaja.
Son la obviedad de la sociedad por la lucha de la
ignorancia.
El último recuerdo de otoño que cae en un abismo junto con
sus lágrimas.
El mar entre el fuego de su juego de miradas, ausentes y
distantes.
La dramática de los principios desesperados por ser finales
(y no felices).
Las vivencias mitológicas que causan insomnio a los nuevos
adolescentes.
Los clubs madrugadores que acogen a los solitarios sin
rencores ni memoria.
Las mentes retrógradas colgadas de las cuerdas del
vecindario.
La sonata pathetic de la que disponen los más necios oyentes
de su eco.
Las personas fugaces son aquellas que, se caracterizan
de humo.